jueves, 18 de octubre de 2012

La oración para el hombre secularizado, ¿es todavía posible?

Entrevista a Enzo Bianchi

En este año de la fe, dedicaré unas publicaciones a la oración. La razón es que, desde hace años, soy testigo del profundo deseo de orar que sienten muchos cristianos, pero también del enorme desconcierto y desorientación que sufren. Quieren orar pero no saben cómo hacerlo. Raramente hay grupos de oración en las comunidades parroquiales donde se pueda ejercitar esta práctica de la fe que es la oración. Sí, es verdad que tenemos la Eucaristía y los sacramentos, en algunas parroquias se reza el rosario diariamente, e incluso, en otras (las menos), se celebra la liturgia de las Horas. Pero es raro que exista un grupo que ora con la Palabra, o que aprende a meditar de cualquier otro modo. Incluso, para rezar la liturgia de las Horas, no vendría mal una catequesis sobre los salmos. Dudo, sin embargo, de que exista alguna parroquia en la que esta catequesis se lleve a cabo.
Lo que sí hay es una abundante (y buena) literatura sobre la oración en nuestras librerías religiosas, y de eso podemos beneficiarnos. No vendría mal aproximarse a esos libros por si algo pueden ayudarnos. Desde luego, nos enseñarían muchas cosas. Y si tenemos la firme determinación de comenzar a orar si quiera veinte minutos al día, pronto nuestras resistencias y dudas al respecto se irán disipando.

También resulta útil y edificante conocer cómo oran otras personas que se distinguen por su experiencia en el camino espiritual. Aunque hemos de tener en cuenta siempre que ese camino es suyo. Y el nuestro lo tenemos que trazar nosotros, caminando humildemente de la mano de nuestro Dios. Leer sobre la oración no es orar. Contemplar con admiración la espiritualidad de personas espirituales o de santos no es ser nosotros personas espirituales ni santas… Cada cual está llamado a orar a su modo y a ser una persona espiritual a su modo. Pero no viene mal tener compañeros y compañeras de camino en los que fijarse cuando nuestra propia senda está un poco desdibujada ante nuestros pies.


Podemos comenzar, por tanto, esta serie de publicaciones, por una persona, un libro y una entrevista. La persona es ENZO BIANCHI, fundador y prior de la comunidad monástica de Bose, autor de numerosos libros sobre la lectio divina y temas de espiritualidad. El libro es “¿Por qué orar?, ¿cómo orar?”, publicado por Sal Terrae en 2010 (2). Y la entrevista fue realizada con ocasión de la publicación de ese libro (1).
………………………………………………………..

- ¿Qué razón le ha impulsado a escribir un libro sobre la oración?

- Había escrito, antes de los treinta años, un libro sobre la oración, que obtuvo un gran éxito (El cuervo de Elías, 1972). A distancia de casi cuarenta años, he advertido la necesidad de plantearme, sobre todo a mí mismo, algunas preguntas sobre la oración: ¿por qué rezar?, ¿cómo rezar?, ¿cuáles son los obstáculos para la oración? Teniendo en cuenta, además, los cambios acaecidos en mi modo de vivir la fe, así como la experiencia de haber escuchado a muchos hombres y mujeres que me confían sus alegrías y sus dificultades en el orar, he decidido escribir este libro. También porque, aunque es verdad que hoy la oración parece conocer un despertar y un renovado interés, a menudo me pregunto si este fenómeno no brota de una religiosidad que no corresponde a la verdadera oración cristiana, que nace de la escucha de Dios.
En la oración cristiana, en efecto,  Dios precede a todo esfuerzo nuestro: antes de que lo busquemos, él nos ha buscado; antes de que respondamos, él nos ha llamado; antes de que ofrezcamos nuestra atención y nuestra vida, él nos ha amado de un modo gratuito.

- En su raíz más profunda, ¿qué es la oración?

- Como he dejado entrever, la oración cristiana es, ante todo, escucha. Dios nos habla: esto es lo extraordinario de nuestra fe. Para hacerse conocer, Dios ha elegido libremente revelarse a nosotros, levantar el velo que lo cubría llamándonos “tú”. Esto me parece el núcleo de la oración cristiana, bien expresado en la oración hecha por el joven rey Salomón quien, en respuesta a la invitación que le dirigió Dios de pedirle alguna cosa, dice: “Dame, Señor, un corazón capaz de escuchar” (1 Re 3,9). Nosotros tenemos necesidad, esencialmente, de esto, para conocer la voluntad de Dios e inspirar en ella nuestra vida, para acoger el amor de Dios y responderle amándole a él y amando a nuestros hermanos, a todos los hombres.

- Acogiendo la provocación de André Louf, la oración para el hombre secularizado e hiperactivo de hoy ¿es todavía posible?, ¿en qué condiciones respecto al pasado? 

- Es justo decir que hoy vivimos en un mundo marcado por la velocidad, en un “mundo en fuga”  (Anthony Giddens),  en el que decimos no tener tiempo ni siquiera para rezar. Es necesario, sin embargo, ser muy claro respecto a este dato: quien no encuentra tiempo es un alienado; quien afirma que no tiene tiempo confiesa que su ídolo es el tiempo, por el que está dominado y que, en consecuencia, se lanza a no vivir jamás el presente, el hoy de Dios situado entre un pasado del que hacer memoria y un futuro al que tender. Cuando, sin embargo, logramos dominar el tiempo, podemos experimentar la oración como posibilidad de abrirnos a Dios, de escuchar su voz, de entrar en comunión con él y, por tanto, con los seres humanos y con todas las criaturas del cosmos. 
En cuanto a las condiciones, pienso que somos siempre los mismos, ayer como hoy, y que radican todas en un punto fundamental: querer encontrar el tiempo, establecer prioridades en nuestro tiempo, sabiendo que no hay tiempo para todo. Es cuestión de un orden, de una jerarquía que debemos establecer en nuestra vida: ¿La primacía le pertenece de verdad a Dios o tenemos algo más valioso que él? ¿Queremos escuchar al Señor o escuchar otras voces? ¿Queremos adorarle a él o bien a los ídolos que nos engañan y nos esclavizan? A propósito de esto, no olvidemos que el ídolo no es una realidad teológica sino, principalmente, aquello que amenaza la humanización: luchando contra los ídolos y ejercitándose en la oración, podemos encontrar a Dios y, animados por su Espíritu, aprender a ser más hombres, hombres como él nos ha querido y creado, a imagen de su Hijo Jesucristo.

- Los frutos de la oración, ¿cómo se miden? ¿Uno de los indicadores puede ser la “paz del corazón”?


- Sé que en la tradición espiritual cristiana, en particular la monástica, uno de los grandes frutos de la oración es la paz del corazón. Creo en esta verdad, y no quiero contradecir una respuesta dada desde la época de los padres de la Iglesia hasta hoy. Con todo, creo que puedo decir que el verdadero fruto de la oración se puede sólo medir sobre la base de la caridad, el amor hacia nuestros hermanos y hacia Dios, que la oración suscita en nosotros. Cuando pienso en mi oración y en la de tantos monjes que durante numerosas horas del día oran, en la lectio divina, en el escondimiento de su celda, en la liturgia de las Horas celebrada comunitariamente, me viene espontáneo preguntarme: “Toda esta oración ¿qué fruto dará?” Después, alguna vez encuentro en mi corazón alguna semilla de amor, y entonces me respondo: “Para llegar a esto ha sido necesario aquel inmenso montón de arena constituido por la oración”. Repito, el fruto de la oración es el agápe, el amor, que es Dios mismo. Y cuando Dios habita en nosotros, somos más equilibrados frente a los asaltos del diablo, somos más fuertes en las pruebas. Y es precisamente porque nos atrevemos a gritar: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” (Rom 8,35) por lo que somos capaces también de encontrar paz.

- El rosario como oración repetitiva ha constituido un cierto redescubrimiento en estos últimos años. Este, como el hesicasmo y toda otra forma de oración repetitiva, ¿tienen hoy en occidente un sentido?

- Desconfío mucho de lo que es esotérico, aunque no lo desprecio y estoy convencido de que hay personas que han debido pasar a través de una “vuelta hacia oriente” para aprender de nuevo un alfabeto de meditación, de búsqueda de aquella quietud que no han sabido encontrar en el cristianismo, sobre todo por una incapacidad de transmisión por parte de los cristianos. Por tanto, no demonizo el yoga u otras formas de meditación oriental, como las oraciones constituidas por repeticiones de fórmulas.
Sin embargo, creo que cada uno debe ser él mismo, y nosotros, en occidente, tenemos desde hace siglos formas de oración repetitiva también –como la invocación del Nombre de Jesús, el rosario, las jaculatorias- que no deben ser menospreciadas, sino todo lo contrario, son una gran riqueza de la piedad cristiana. ¿Por qué no redescubrir estas formas? Es significativo, por ejemplo, que el rosario –una práctica a la que estoy ligado porque la he aprendido desde pequeño y todavía hoy me acompaña- esté siempre ligado estrechamente a la meditación de la Palabra de Dios. La repetición del Ave María significa, por tanto, acceder a la Palabra de Dios a través de los así llamados “misterios”, que no son otra cosa que una representación de la Palabra de Dios. Con la voz recitamos el Ave María, pero con la mente y el corazón representamos los misterios. Por tanto, el rosario es otro modo de escuchar la Palabra de Dios a través de imágenes impresas en nosotros de páginas del Evangelio, que tantas veces hemos escuchado. Se podría afirmar que quien reza con el rosario, más que escuchar, “ve la Palabra”, expresión usada también por las Santas Escrituras. Por tanto, mientras que la oración sea escucha y “visión” de la Palabra de Dios, es siempre oración cristiana, y es aquello de lo que tenemos necesidad para tener, como don del Señor, la comunión con él y la caridad.

Enzo Bianchi

....................................................
(1) Entrevista publicada en italiano, en la web: 
http://duomosandona.netsons.org/index.php?option=com_content&task=view&id=1214&Itemid=180
(2) Original italiano, Enzo Bianchi, Perchè pregare, come pregare,Edizioni San Paolo 2009
(3) Te invito a visitar la web: http://www.monasterodibose.it/

2 comentarios:

M Luisa dijo...

La oración, los tiempos dedicados exclusivamente al Dios del amor... Dice Bianchi "decimos no tener tiempo ni siquiera para rezar... quien no encuentra tiempo es un alienado; quien afirma que no tiene tiempo confiesa que su ídolo es el tiempo..." . No acabo de estar de acuerdo, realmente hay gente que tiene que orar en la vida, en el momento porque no tiene espacios en el día para pararse y "sentarse a orar". A veces no es tan fácil como parece, al menos esa es mi experiencia. Lo cual no quiere decir que no se tenga a Dios presente en la vida ¡cómo no! imposible seguir adelante sin él, al menos los que estamos imbuidos de su amor, los que tenemos la suerte de conocerle y seguirle. Pasar por la vida en su presencia, a veces es lo que se puede hacer. Y esto no quiere decir que los ratos de oración no sean necesarios y buenos, lo son y ojala todos pudiéramos tenerlos, pero Dios mismo pone lo que nosotros no podemos.
Gracias por esta entrevista, me ha gustado mucho, aunque en alguna cosa no esté de acuerdo.

Conchi pddm dijo...

Hay casos excepcionales como el tuyo, mujer mística e hiper-trabajadora como no conozco otra... :)
De todos modos, Bianchi no habla de una cantidad de tiempo dedicado. Yo soy la que digo "al menos 20 minutos" diarios. Él dice "un tiempo". Y yo creo que "un tiempo", todos sí podríamos sacarlo, al menos con ritmo semanal.
A lo mejor supongo mucho.
Un beso y gracias por pasarte por aquí :)