jueves, 10 de noviembre de 2011

Jesús cura a un leproso y a un paralítico

Lectio divina de Marcos 1,40-2,12

Se le acercó un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme.» Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.»Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.

Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra. Y trajeron a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.»

Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: « ¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?»Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dijo: « ¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, toma tu camilla y anda?" Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico -: "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa."»Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»

CUANDO LEAS

Tras curar al leproso, Jesús queda fuera de la ciudad. Después nos adentramos en el capítulo 2 del evangelio de Marcos. Jesús ha comenzado ya su misión, anunciando el Evangelio y curando. Iremos viendo sucesivamente una serie de cinco discusiones entre Jesús y los escribas y fariseos - entre ley y evangelio (2,1-3,6), entre letra, que mata, y Espíritu, que da vida (2 Cor 3,6) -. Jesús, desde el comienzo de su ministerio, entra en conflicto con las autoridades religiosas. Él manifiesta su poder sobre el pecado y sobre todo mal; su poder de perdonar pecados viene de Dios. El perdón es Dios mismo, que viene a nosotros con un amor sin límites.

- PRIMERO CURA AL LEPROSO. En tiempos de Jesús, la palabra lepra era usada para una gran gama de enfermedades de la piel. Algunas no tenían cura conocida, y por eso se las temía mucho. Otras eran altamente contagiosas, así que se requería que los leprosos vivieran en lugares aislados. La ley de la Torá dice: “Y el leproso en quien hubiere llaga, sus vestidos serán deshechos y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡Inmundo! ¡Inmundo!... será inmundo; estará impuro: habitará solo; fuera del real será su morada” (Levítico 13:45-46). El Antiguo Testamento tiene varios pasajes donde Dios aflige al pueblo castigándolos con lepra (Números 12:9-10; 2 Reyes 5:27; 15:5; 2 Crónicas 26:19-21), así que la gente frecuentemente interpretaba la lepra como un castigo por el pecado.

- DESPUÉS CURA AL PARALÍTICO. Este hombre curado se convierte en signo de la humanidad nueva resucitada: Jesús tiene poder para perdonar pecados. "Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados..." (2,10). Jesús, en cuanto Hijo del hombre, habla y actúa con una autoridad que obra novedad de vida en aquellos a quienes sana-salva.

CUANDO MEDITES

- EL LEPROSO: La lepra tenía múltiples dimensiones: física, religiosa, social y financiera. La persona afectada (físicamente) era considerada como ritualmente impura (espiritual). A los leprosos se les requería que vivieran solos y mantuvieran una distancia de cincuenta pasos lejos de otra persona (social). Si la persona con lepra tocaba a otra persona o era tocada por alguien, se consideraba que esa persona estaba ritual y físicamente impura hasta que se le examinara y fuera pronunciada limpia por el sacerdote.
En otras palabras, tanto la impureza física (médicamente) como la ritual (espiritual) eran contagiosas. La persona afligida por la lepra no podía trabajar, y por lo tanto se le reducía a pedir limosna (financiera). Y por lo mismo, su familia también se vería reducida a la pobreza. Las consecuencias espirituales, sociales y financieras de la lepra –impureza, aislamiento, y pobreza – eran más terribles que las consecuencias físicas de esas formas más benignas de la enfermedad.

- EL PARALÍTICO: el hombre es creado por Dios como aquel que se encuentra siempre en camino hacia la casa del Padre. Pararse en este camino es retroceder. Por eso, la parálisis de que habla Marcos representa el nivel más profundo de la enfermedad externa. El paralítico en sentido espiritual es aquel que ha perdido la propia identidad, no logra moverse, no vive en plenitud lo que Dios le ofrece. La parálisis puede significar el pecado y todo miedo que impide levantarse y vivir como criaturas nuevas, resucitadas. En este relato, el hombre enfermo no posee un nombre propio: su identidad es la parálisis.

"Sostenido por cuatro hombres": son las cuatro personas que llevan al paralítico. El "cuatro" es el símbolo de los cuatro elementos, es decir, del cosmos entero. Todo nos puede llevar a Cristo, todo tiende hacia él... (Col 1,16s). Los Padres han visto en estos cuatro hombres a los cuatro evangelistas: su anuncio lleva a todos los hombres a Jesús.

Hay una novedad desconcertante en Jesús, manifestada en palabras y obras a lo largo de todo el evangelio y, especialmente, en los pasajes que presentan un fuerte contraste entre las expectativas de los diversos grupos de personas sobre él (gente, discípulos, fariseos...) y el desajuste de su persona y actuación a esas expectativas. En la sección de Mc 2,1-3,6, ese desajuste y las tensiones que origina desemboca en la decisión de acabar con Jesús. Y es que él es un "hombre" que dice perdonar pecados (2,10), que come con publicanos y pecadores, rescatando al centro de la vida social y religiosa, la periferia marginada y rechazada (2,15), que se dice "vino nuevo", incapaz de ser contenido por estructuras caducas e incapaces de salvar (2,22), que se autoproclama "señor del sábado" (2,27-28), que subraya la primacía absoluta del hombre sobre la ley (3,1-6).

CUANDO ORES

• ¿Cómo comprendo y acojo el perdón de Dios que Jesús me ofrece? ¿Siento necesidad de él? ¿Cuál es la parálisis más grande que no me permite vivir la vida con plenitud? También a mí, Jesús me dirige su mirada y dice: "hijo, hija, tus pecados te son perdonados". La Palabra de Jesús está llena de la fuerza de Dios. Escuchándola con fe podemos experimentar su perdón lleno de amor.

• ¿Cuáles son mis relaciones con mi familia y mi comunidad? ¿Soy indiferente a los otros, como la multitud, o quizá cerrado y duro, como los escribas? Pero podría intentar adoptar la actitud de los cuatro hombres que llevaban la camilla, que se sienten responsables de quien sufre una parálisis. Ayudando a los otros, nosotros mismos recibimos la bendición en abundancia y nos convertimos en colaboradores de Dios.


(Autor: Fernando Gálligo, sj. Equipo de animación de lectio divina de la U.P. Comillas)

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