jueves, 23 de diciembre de 2010

Feliz Navidad


Debo proclamar su nombre:
Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo;
Él es el que nos ha revelado al Dios invisible,
Él es el primogénito de toda criatura y todo se mantiene en Él.
Él es también el maestro y redentor de los hombres;
Él nació, murió y resucitó por nosotros.

Él es el centro de la historia y del universo;
Él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida,
hombre de dolor y de esperanza;
Él ciertamente vendrá de nuevo
y será, como esperamos, nuestra plenitud de vida y de felicidad.

Yo nunca me cansaría de hablar de Él;
Él es la luz, la verdad; más aún, el camino, la verdad y la vida;
Él es el pan y la fuente de agua viva,
que satisface nuestra hambre y nuestra sed;
Él es nuestro pastor, nuestro guía, nuestro ejemplo,
nuestro consuelo, nuestro hermano.

Él, como nosotros, y más que nosotros, fue pequeño, pobre,
humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente.
Por nosotros habló, obró milagros,
instituyó el nuevo Reino en el que los pobres son bienaventurados,
... en el que los que tienen hambre de justicia son saciados,
... en el que todos son hermanos...

Cristo Jesús es el principio y el fin, el alfa y la omega,
el rey del nuevo mundo,
la arcana y suprema razón de la historia humana y de nuestro destino.

Él es nuestro mediador, a manera de puente entre la tierra y el cielo;
Él es el hijo del hombre por antonomasia
porque es el Hijo de Dios, eterno, infinito,
y el Hijo de María, bendita entre todas las mujeres.

(Pablo VI)

miércoles, 15 de diciembre de 2010

El descendente (Dolores Aleixandre)

Lo pensé mientras veía la cápsula Fénix deslizarse hacia las entrañas de la tierra para rescatar a los 33 mineros chilenos: vaya parábola para entender un poco mejor lo que celebramos en Navidad y para acercarnos a Belén, además de con la consabida ovejita y el tarrito de miel, con la pregunta de si dan razón por ahí de un tal “Jesús el descendente”.

El tema del ascenso/descenso es determinante para entender este mundo de feria en que vivimos, subiendo o bajando como caballitos de tiovivo: sube el Tea Party, baja Obama; sube Tomás, baja Trini, vuelve a subir Trini; suben los dividendos de los bancos, bajan las pensiones; suben los parados, la factura de la luz y la previsión de gastos de la JMJ; bajan las partidas para proyectos de desarrollo y las posibilidades de papeles para inmigrantes. Y en medio de este sube y baja y con tanta gente empujando y dando pisotones con tal de ascender, alguien calladamente decide bajar y señala como dirección de su GPS vital: “lugares de abajo”. Censado en lugares tan poco emergentes como Belén o Nazaret, conociendo de primera mano lo que es vivir “abajo” y “fuera”, incardinado entre aquellos que ni entonces ni ahora tienen sitio en las posadas del mundo, encabezando su lista de contactos con los nombres de unos curritos que cuidaban ovejas por cuenta ajena; colando de paso junto a ellos a todos los que siguen yendo por la vida sin currículum, sin master y sin Erasmus, porque a los 16 años ya estaban subidos a una patera o fregando portales.

Empeñado de mayor en bajar a buscar a la gente más hundida, en hacer saltar por los aires las sentencias que los aplastaban (“está leproso”, “es una pecadora”, “es ciego de nacimiento”, “está muerta”, “ya huele mal”…), para auparlos hacia la vida con la autoridad de su palabra: “queda limpio”, “vete en paz”, “recobra la vista”, “está dormida”, “¡sal fuera!”
Estamos avisados: una de las consecuencias de asomarnos a ver al niño Jesús, tan tierno y calladito en su pesebre, es que la visita puede dejarnos irremediablemente registrados en el colectivo de “Afectados por el Descendente” y sin más manual de instrucciones para el descenso que su Evangelio. Si nos animamos a seguir paso a paso sus indicaciones, podríamos empezar por nosotros mismos y arriesgarnos a bajar al agujero negro de nuestros errores, fracasos y fangos varios: nos llevaremos la sorpresa de descubrir que Otro los ha visitado antes que nosotros y los ha iluminado con su presencia. Y ya que estamos por esos bajos fondos, podemos aprovechar para desalojar al yo “trepa/okupa” que se esconde en nuestro sótano con su lista de pretensiones. Es increíble la cantidad de espacio que libera cuando se retira y la de nombres que empiezan a cabernos dentro, aparte del alivio de bajarnos del escalón del personaje y ser sencillamente lo que de verdad somos.

Paso segundo: negarnos a calificar una situación de definitivamente bloqueada, una herida de incurable o una brecha de irremediable, porque estaríamos entonces negando al Descendente su poder de sanar y transfigurar cualquier realidad.

Paso tercero: habitantes de una superficie en la que sólo se valora a los que ascienden y que se ha hecho experta en ignorar y ocultar los “lugares de abajo”, discurrir en qué “Fénix” podemos montarnos para bajar al encuentro de los sepultados por tanto derrumbamiento.
No bajamos solos: delante de nosotros va el Experto en rescates, el que descendió a los infiernos, el Primer nacido de entre los muertos. En él, el Eterno ha entrado en el tiempo, el Inmenso se ha hecho pequeño, el Altísimo se ha abajado, el Silencioso se ha vuelto Palabra.
No será difícil encontrarle: según sales de Belén, dejas atrás la posada, sigues en dirección Sur, llegas a un descampado donde suele haber rebaños y pastores y cerca hay una cueva donde se guardan animales en invierno. Al entrar, encontrarás un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. No tiene pérdida.


Dolores Aleixandre RSCJ
ALANDAR Dic. 2010

lunes, 13 de diciembre de 2010

Descensos y caídas

En ocasiones, las "cosas de la vida" confluyen en un mismo punto para hacerte caer en la cuenta de algo que te es necesario en ese momento. Considero que esta afluencia no es casualidad ni fruto de una "conjunción planetaria", sino Providencia.
Ayer, en uno de los grupos bíblicos, saltó a la palestra el tema de la autoconciencia de Jesús y de su conocimiento. Hacía mucho tiempo que no me encontraba con personas que debatieran y discutieran sobre si el Jesús terreno conocía todas las cosas o no. Y, puesto que es Dios, debía conocerlas. Hay cierta teología que afirma que, en virtud de la "visión beatífica", Jesús conocía todos los misterios y toda la ciencia. Todo. Pero es evidente que no es así. Jesús mismo confesó su ignorancia respecto a cuestiones que ni el Hijo ni los ángeles conocen, sino sólo el Padre.
El conocimiento de Jesús se vio condicionado por su encarnación y limitado a un espacio (Palestina), un tiempo (siglo I), una cultura (mediterránea), una raza (judía), una religión (judaísmo), un género (varón)... La encarnación es verdadera encarnación. No fue una representación teatral. Jesús fue verdaderamente humano. "Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos y viviendo como un hombre cualquiera...".
Dios, en la encarnación, desciende, desciende, deciende... En el escándalo que esto supone para algunas personas religiosas que siguen insistiendo: "pero lo sabía todo y lo podía todo, porque era Dios", he entendido mejor el escándalo de los contemporáneos de Jesús, el escándalo de fariseos, escribas... y de los mismos discípulos. El escándalo de Pedro, que corrige a Jesús, se lo lleva aparte y le reprende: "Eso no puede sucederte a ti". El Mesías-Rey no puede morir crucificado. Dios no puede ser ignorante y débil. ¡Pero es que Él quiso hacerse pobre para enriquecernos con esa pobreza! ¡Dios mismo quiso descender!

Precisamente ayer (primera confluencia) me llegó un escrito de Dolores Aleixandre, publicado en ALANDAR, sobre el descenso de Jesús. Precisamente el sábado (segunda confluencia) mi cuñada Ana me regaló un libro que yo deseaba desde hace tiempo: Aprendiendo a caer. Elogio de la vida imperfecta, que tiene mucho que ver con esto. Y precisamente hoy (tercera confluencia) es la fiesta de San Juan de la Cruz, que habla como nadie de bajadas y descensos vertiginosos hacia el despojamiento del yo.
A esto hay que añadir que este año toco con mis manos el doloroso descenso y rápido deterioro psicofísico de una persona muy amada. Y lo hago desde mis propios descensos y limitaciones (cuarta, quinta, sexta... confluencias).
¿Conjunción planetaria? Providencia que, en su sabiduría, se las arregla para enseñarme el arte de vivir descendiendo.
__________________________________

Para venir a gustarlo todo,
no quieras tener gusto en nada;
para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada;
para venir a poseerlo todo,
no quieras poseer algo en nada;
para venir a serlo todo,
no quieras ser algo en nada;
para venir a lo que no gustas,
has de ir por donde no gustas;
para venir a lo que no sabes,
has de ir por donde no sabes;
para venir a poseer lo que no posees,
has de ir por donde no posees;
para venir a lo que no eres,
has de ir por donde no eres.
Cuando reparas en algo,
dejas de arrojarte al todo;
para venir del todo al todo,
has de dejarte del todo en todo,
y cuando lo vengas del todo a tener;
has de tenerlo sin nada querer.


En esta desnudez halla el espíritu su descanso, porque, no codiciando nada, nada le fatiga y nada le oprime, porque está en el centro de su humildad.

(San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo)

sábado, 11 de diciembre de 2010

Caminos de búsqueda de un crecimiento integral

El minicursillo del puente de la Inmaculada animado por Celine Cunha tenía como objetivo ofrecernos algunas claves para trabajar personalmente (y en comunidad-familia) temas como la autoestima, la asertividad, las emociones, el diálogo y la resolución de conflictos. Un objetivo demasiado amplio para día y medio de encuentro.

Entre otras cosas, en estos días hemos aprendido (o recordado) que no hay atajos para la resolución de conflictos ni la sanación de heridas. No hay recetas para sentirse mejor y para cambiarnos a nosotras mismas (mucho menos para cambiar a los demás), sino un largo camino de aprendizaje de la madurez, el equilibrio y el amor. Y ese largo camino se recorre con muchísimos pasos cortos. Si inicio un peregrinaje, con cien pasos no llego a Santiago de Compostela, por ejemplo. Pero sí, con cientos de miles de pasos. Pensarlo cansa y puede llevarnos a desistir del intento. Pero, quien sabe del arte de la vida, sabe que no puede invertir mejor sus esfuerzos que en el propio crecimiento y mejora, que es camino de felicidad y plenitud para uno mismo y para los demás. Amarse a uno mismo y cuidarse (física, psíquica y espiritualmente) es una forma de amar a los otros, porque cuanto mejor esté yo, más contribuiré a su bienestar y felicidad.
Quien comienza con resolución a trabajarse a sí mismo sabe que, en cada paso que da, además de esfuerzo hay alegría porque ya comienza a vislumbrarse que llegará algo mejor.

En estos días he hecho memoria de libros de psicología que a mí me han ayudado a vivir (y lo siguen haciendo):
La felicidad es una tarea interior, John Powel (y todos los libros de este autor),
El hombre en busca de sentido y El hombre doliente, Victor Frankl,
La sabiduría de las emociones, Norberto Levy
La asertividad, expresión de una sana autoestima, Olga Catanyer,
Sé amigo de ti mismo y Teología del gusano. Autoestima y Evangelio, José Vicente Bonet.


Además de la psicología humanista, la espiritualidad es otro pilar del crecimiento.
Joan Chittister
Para ahondar la espiritualidad, aparte de la oración cotidiana, la lectura de autores espirituales resulta iluminadora. Y, en eso, como en todo, a cada uno Dios le lleva por su propio camino, según lo que Él le quiera dar para el propio bien y como don para el mundo.
En los últimos años de mi vida, encuentro alimento en las obras de Thomas Merton, Henri Nouwen, Joan Chittister y en los místicos de siempre, sobre todo Santa Teresa.

Hay personajes del siglo XX cuyo descubrimiento me ha dado también mucha luz: Etty Hillesum, Simone Weill, Madeleine Delbrêl y Edith Stein. Mujeres muy distintas, de muy diversas procedencias, cuyas vidas se han desarrollado en situaciones dispares, pero  han sido vidas, todas ellas, provocativas, interpelantes, creativas, generadoras del deseo de Dios.

Finalmente, el alimento insustituible es la Palabra de Dios leída, escuchada, meditada y orada. En ella me descubro y descubro, todos los días, algo del Dios que nos sostiene y nos habita.

Todo esto me ayuda y es, para mí, fuente de sentido en la misión y en las tareas, los desvelos y los cuidados cotidianos.

lunes, 6 de diciembre de 2010

En asamblea con mis hermanas de España

Todos los años, aprovechando el puente de la Inmaculada, todas las hermanas de las cuatro comunidades de la delegación española nos reunimos en Madrid para contarnos la vida, para revisar nuestras programaciones, y para hacer algún cursillo sobre algún tema previamente determinado por todas. Este año hemos llamado a la hermana Celine Cunha, psicóloga y miembro del Gobierno General, para animar nuestro encuentro.

Su llegada estaba prevista para el día 4, pero hasta esta tarde no ha podido llegar a causa de la huelga. ¡Bienvenida sea! Tengo ganas de este curso, que nos ayudará, seguro, a seguir creciendo por dentro, en estas edades que ya tenemos. El crecimiento acontece hasta el final porque "aunque la mujer exterior se va deteriorando, la interior se renueva de día en día" hasta alcanzar la medida de la humanidad plena en Cristo.


Con las hermanas Celine Cunha y Virginia Muñiz, nuestra superiora delegada

sábado, 4 de diciembre de 2010

¿Dónde estamos las mujeres en la Iglesia?

A través del blog de Isabel Gómez Acebo, me ha llegado un artículo de Mª Dolores Díaz de Miranda, monja benedictina y médica, publicado en Vida Nueva, en el que encuentro reproducidos muchos de mis sentires. Por ello me permito hacerme eco, también yo, del mismo.
__________________________


Cuando a finales de octubre de 1958 se reunieron en cónclave los cardenales y se encendió la fumata blanca saliendo al balcón de san Pietro el que se convertía en el papa Juan XXIII, muchos analistas y cristianos no acertaban a saber si aquello era una broma o un despiste del Espíritu Santo –la Ruah divina–. Sintieron alivio al considerarlo un papa de transición. El papa “accidental”, en trece meses, hizo virar la nave de Pedro 360º, convocando un concilio. No cabe duda de que esa elección fue una broma del Espíritu Santo.
Hace unos días siete mujeres, siete religiosas limpiando el altar de la Sagrada Familia, se han convertido en una imagen impactante ante 400 millones de televidentes. Intuyo que se debe de tratar de otra broma del Espíritu Santo. Porque esas imágenes parecen haber logrado más que veinte siglos de lucha para que la Iglesia nos dé a las mujeres el lugar que nos corresponde.
En este hecho providencial o azaroso, unido al error de la TV3 y otros medios, que identificaron a estas religiosas con nosotras, monjas de Sant Pere de les Puelles, resultó ser una nueva broma del Espíritu Santo. Gertrudis Nin, abadesa del monasterio, deshizo el error públicamente, aclaró que no somos monjas enclaustradas y lanzó la pregunta de cuál es el papel de la mujer en la Iglesia. Rápidamente pregunta e imágenes fueron difundidas.
Que nuestra abadesa se manifestara es lógico, pues si hay algo que caracteriza a la comunidad Sant Pere, desde hace más de 1.200 años en la ciudad de Barcelona, es luchar, a lo largo de su historia, por mantener la autonomía y libertad, frente a cualquier poder y su apertura en el entorno cultural en que vive, apertura que es reflejo del propio talante de la iglesia y de la sociedad catalana.

Quiero dar las gracias a esas siete religiosas –Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote– que con sencillez y sin ningún tipo de vergüenza por su trabajo en la Iglesia, acaban de encender un fuego de esperanza. Ellas nos han mostrado la fuerza de las bienaventuranzas, la fuerza de los limpios y sencillos de corazón espoleando nuestra conciencia, porque nos cuestionan qué vamos a hacer para que la iglesia cambie. ¿Cuántos hombres estarán dispuestos a compartir las tareas de limpiar el altar, planchar los purificadores, renovar las flores…? ¿Cuántos sacerdotes serán capaces de hacer en sus iglesias lo mismo que muchos hombres en sus casas? ¿Cuántos diáconos permanentes se darán cuenta de que están promoviendo la marginación de las mujeres al hacer unos servicios que hasta ahora hacíamos nosotras? ¿Cuántas mujeres seremos capaces de compartir nuestras tareas típicamente femeninas con los varones de nuestra iglesia sin sentir que perdemos nuestros “dominios”?


Desde niña he soñado con una sociedad y una iglesia en la que hombres y mujeres fuéramos iguales. A los siete años, se me metió en la cabeza ser monja. Como tal, he sufrido en mi propia carne los viejos estereotipos que pesan sobre nuestra condición femenina. En la comunidad de Sant Pere he encontrado algo presente en pocas comunidades monásticas femeninas: la posibilidad de desarrollar la capacidad intelectual. Hoy estoy realizando los estudios de doctorado, participo en congresos, colaboro en proyectos de investigación, publico estudios… y formo parte del equipo de la Escuela Feminista de Teología de Andalucía, EFETA.


Ni mi compromiso, ni mis sueños, ni mi sufrimiento, ni mi lucha han logrado lo que la imagen de las siete religiosas limpiando el altar de la Sagrada Familia. Esas imágenes me hacen reflexionar sobre las distintas formas del lenguaje. Y me hacen manifestar mi gratitud a cada una de ellas, al igual que a mi abadesa. Unas y otra han expresado con naturalidad y sencillez lo que viven, unas y otra recogen en sus gestos y en sus palabras la diversidad de nuestra Iglesia plural, unas y otra nos recuerdan que somos necesarias todas. Ellas, dignificando el trabajo que hacen y hacemos millones de mujeres, y nuestra abadesa, expresando con valentía deseos latentes y justos que albergamos en nuestro corazón también millones de mujeres. Esta es la pluralidad de la Iglesia de la que formo parte, la Iglesia que amo, en la que me he comprometido dar mi vida y ante la que se abre la pregunta: ¿Dónde estamos las mujeres en la Iglesia?

miércoles, 1 de diciembre de 2010

"Vi un Cordero que parecía haber sido inmolado"

Lectio divina de Apocalipsis 5, 1-14
El Cordero y el rollo

1 Después vi en la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. 2 Y vi a un Ángel poderoso que proclamaba en alta voz: "¿Quién es digno de abrir el libro y de romper sus sellos?". 3 Pero nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de ella, era capaz de abrir el libro ni de leerlo. 4 Y yo me puse a llorar porque nadie era digno de abrir el libro ni de leerlo. 5 Pero uno de los Ancianos me dijo: "No llores: ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David, y él abrirá el libro y sus siete sellos".
6 Entonces vi un Cordero que parecía haber sido inmolado: estaba de pie entre el trono y los cuatro Seres Vivientes, en medio de los veinticuatro Ancianos. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra. 7 El Cordero vino y tomó el libro de la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono. 8 Cuando tomó el libro, los cuatro Seres Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron ante el Cordero. Cada uno tenía un arpa, y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los Santos,9 y cantaban un canto nuevo, diciendo: "Tú eres digno de tomar el libro y de romper los sellos, porque has sido inmolado, y por medio de tu Sangre, has rescatado para Dios a hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación. 10 Tú has hecho de ellos un Reino sacerdotal para nuestro Dios, y ellos reinarán sobre la tierra".
11 Y después oí la voz de una multitud de Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Su número se contaba por miles y millones,12 y exclamaban con voz potente: "El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza". 13 También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían: "Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos".
14 Los cuatro Seres Vivientes decían: "¡Amén!", y los Ancianos se postraron en actitud de adoración.


CUANDO LEAS

Seguimos con la visión litúrgica solemne que ha comenzado en el capítulo 4, cuando Juan, después de ver una puerta abierta en el cielo (4,1), cae en éxtasis y empieza a ver la visión del Creador y lo que le rodea (4,2b-8): Dios mismo sentado en el trono es presentado como Juez y Señor del Universo, y en torno a Él están sentados en veinticuatro tronos los veinticuatro Ancianos y, rodeando el trono aparecen también los cuatro Seres Vivientes. Todos están adorando al Creador y le rinden honor y gratitud, en un clima de máximo esplendor. Y en medio de este escenario tienen lugar los acontecimientos que nos narra la lectura de hoy. Juan nos sigue narrando su visión. Podemos ver que hay un antes y un después a la aparición del Cordero inmolado:


La visión del libro sellado con siete sellos: una realidad aún por revelar. El elemento del libro sellado nos lleva a un clímax, a un momento de máxima tensión. Este libro lo tiene “aquel que estaba sentado en el trono”, es decir, Dios mismo. Este libro está escrito por dentro y por fuera, significando la abundancia de su contenido, y está sólidamente cerrado con siete sellos, es decir, muestra su completa clausura a los “no autorizados”. Sobre el contenido del libro no se dice nada. Debe ser entregado a alguien que sea capaz de abrirlo. Es decir, con la visión del Creador adorado por sus criaturas sólo se ha desvelado una parte de la realidad de Dios; sin embargo, la aparición del libro sellado muestra que hay otra realidad que aún está velada, que está por revelar.

1. El desafío: "¿Quién es digno de abrir el libro y de romper sus sellos?" (5, 2). El ángel con un fuerte grito que resuena en toda la creación busca a alguien que pueda abrir el libro. Pero ninguna persona, ningún ser del universo, está en condiciones de abrirlo, de conseguir que le sea entregado. Aquí la tensión aumenta más, y se acentúa incluso con el fuerte llanto del Vidente, abatido y lleno de temor por la gran importancia que para él tiene el contenido de esa revelación.
2. "No llores: ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David, y él abrirá el libro y sus siete sellos". La respuesta del Anciano alivia toda tensión: existe quien puede abrir el libro, y describe por alusiones aquél que responde a las exigencias de Dios: ha vencido, ha resistido todas las pruebas, es el león de la tribu de Judá, desciende de la casa de David y cumple todas las promesas mesiánicas. Hasta aquí, sin embargo, sigue habiendo algo de intriga y de tensión, pues ¿qué contiene el libro de Dios que sólo él puede abrir? ¿Qué tiene él que no tengan las demás criaturas?


La visión del Cordero. Una vez que se ha preparado la venida del Cordero, del vencedor, que es quien puede abrir el libro, se concentra toda la atención en Él. Se trata de un cordero degollado, que muestra la señal de su herida mortal. Está ante Dios, entre su trono y los cuatro Seres vivientes, y aparece también rodeado por los 24 Ancianos. Junto con Dios ocupa el Centro, y es adorado como Dios y con Dios. A partir de aquí hasta el final del Apocalipsis, la designación más frecuente de Cristo va a ser la de “Cordero”, pasando a ser su principal símbolo. Este Cordero tiene dos signos distintivos: tiene siete cuernos y siete ojos. Los cuernos son símbolo del poder y los ojos simbolizan la sabiduría. Siete es el número que denota el carácter de lo que es completo, o la perfección. Se nos muestra así que el poder perfecto y la sabiduría perfecta son inherentes en el Cordero. Es decir, posee la plenitud de Dios, su poder creador y su espíritu.

La adoración del Cordero y el canto nuevo de los redimidos. Una vez que el Cordero toma el libro, tienen lugar toda una liturgia de alabanza que enlaza con el canto del capítulo 4, 11, que aplaude al Dios creador, a quien pertenecen todas las cosas y las hace vivir a todas. Los dos himnos que aparecen a continuación constituyen todo un homenaje al Cordero. El primero es el “canto nuevo” para Cristo, Señor de la historia, Redentor y Mediador entre los hombres por haberles constituido como un “reino de sacerdotes” con la obra de la redención. Este canto es el que nos revela que el libro sellado contiene los acontecimientos de la historia humana salvada por él con su sangre. El siguiente himno, con una serie de términos de celebración, como gloria, honor, poder, bendición, riqueza, sabiduría y fuerza, se proclama la fuerza, la bendición y las cualidades de Cristo.


CUANDO MEDITES

- Toma conciencia de la escena que está ante tus ojos. Métete en ella. Fíjate en cada uno de los personajes, en sus palabras, en sus acciones, en sus gestos. Cae en la cuenta de que todas sus miradas están puestas en el personaje central: el Cordero. Deja que ellos te lleven a Él, hasta que sea Él también quien focalice toda tu atención. Contémplale. Fíjate en sus marcas: se trata de un cordero degollado, marcado por su solidaridad con la creación.
- Déjate interpelar por la Palabra. Déjate invadir por el sentimiento del Vidente. Comparte su llanto. Hoy también hay razones para llorar ante la sinrazón y el absurdo que nos toca vivir en nuestra realidad histórica presente. Recuerda que el contexto histórico del Apocalipsis es un contexto de persecución y de aguda crisis.
- Deja que penetren en ti las palabras del Anciano: “No llores”. Déjate consolar. ¿Qué te evocan estas palabras? Recuerda que son las palabras de Jesús a María Magdalena ante el sepulcro: “Mujer, ¿por qué lloras?” (Jn 20, 13). Déjate consolar por Aquél que te revela el sentido de tu vida y el sentido de la historia. Trae a tu corazón situaciones o personas que necesitan hoy de esas palabras: “No llores”, pues hay esperanza.


CUANDO ORES

Da gracias a Dios por Jesús, el Cordero degollado; porque con Él te hace partícipe de su historia de salvación, te constituye pueblo sacerdotal y porque te sigue rescatando para Dios. Y en adoración, únete al canto de toda su creación: "Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos. Amén".

(Gema Villaluenga, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)

domingo, 28 de noviembre de 2010

Primer Domingo de Adviento: "Daos cuenta del momento en que vivís"

Cuenta San Agustín que, en su lucha contra Dios, que le llevaba molestando, asediando, persiguiendo y reclamando mucho tiempo, el episodio definitivo de su conversión tuvo lugar en el huerto de una casa donde estaba hospedado, en compañía de su madre y de su amigo Alipio.
La narración del suceso siempre me conmueve. Se encuentra en las Confesiones, Libro VIII, caps.8 y 12.
En aquel huerto, Agustín, oyendo la voz interior del Amor, se resistía, luchaba, se retorcía, lloraba con copiosas lágrimas... Él sabía la batalla interior que estaba librando, pero su amigo Alipio, allí presente, no salía de su estupor contemplando a Agustín en medio de tantas lágrimas y aspavientos. Hasta que, por fin, Agustín sintió la necesidad de alejarse para llorar a gusto y oyó una voz como de niños que cantaban en la casa vecina y decían insistentemente: Toma y lee, toma y lee.
Entonces Agustín entendió que esa voz estaba hablando con él, corrió al lugar donde se había dejando las cartas de San Pablo, y las abrió por este pasaje de la carta a los Romanos:
"Daos cuenta del momento en que vivís;
ya es hora de despertaros del sueño,
porque ahora vuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer.
La noche está avanzada, el día se echa encima:
dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz.
Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad.
Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno,
nada de riñas ni pendencias.
Vestíos del Señor Jesús
y no os preocupéis de la carne
para dar satisfacción a sus concupiscencias".

Es precisamente la segunda lectura de este domingo.
Comenzamos a recorrer el Adviento y el nuevo año litúrgico como peregrinos que andan su camino, con gozo y fatiga, buscando una meta.
La Palabra del primer domingo invita a vivir con consciencia lo que estamos viviendo, a elegir lo que queremos vivir y a aquilatar nuestras elecciones, y a estar atentos y vigilantes a las venidas del Señor a nuestra vida. El Señor viene siempre.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Cantos de Adviento y Confirmaciones

Esta tarde se confirmarán en nuestra parroquia sesenta y tres adolescentes y ayer estuvimos ensayando los cantos durante dos horas. Hay que afinar aún en algún canto y... ¡faltaban al mitad de "las chicas del coro"! Pero lo pasamos estupendamente, aunque las bromas y risas no constan en el video...
Invocad, con nosotras, al Espíritu para estas chicas y chicos que hoy serán ungidos por Él...

viernes, 26 de noviembre de 2010

Llénanos de ojos

Orando al hilo de Ap 4,1-11: Llénanos de ojos...


No quiero olvidar, Señor, que siempre hay una puerta abierta a tu cielo. Que nunca cierras esa puerta y nos dejas encerrados en la inmanencia, en lo terreno, en "lo de aquí abajo", en "lo nuestro", tan superficial, tan hueco, tan cerrado a su verdad más profunda, la que sólo podemos ver cuando nos subes a Ti, nos entras y nos das ojos para reconocernos creaturas llamadas a la vida plena junto a su Creador.

No quiero olvidar qu existe esa puerta que me da anchura en el aprieto y bajo cuya Luz todo lo que acontece bajo el sol tiene un sentido, y los seres vivos, una identidad, un porqué, un proyecto, desde su participación en tu ser divino.
Y quiero suplicarte que me des ojos, que me llenes de ojos como a esos cuatro vivientes, para reconocer quién soy yo y quién eres Tú. Yo, criatura sentada en un trono que me es regalado, con una vestidura blanca y una corona de oro que son dones de mi Dios. Tú, el único Santo, el Santísimo, el lleno de luz, de Bondad y de Vida, el Viviente, el Creador y la fuente misma de la Vida.

Toda mi vida, en todos sus instantes, esté dormida o despierta, quiero que sea un acto de adoración, de alabanza y de gratitud al Único que merece la entrega total de cuanto somos.
Dame tu amor y gracia, que ésta me basta.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Una puerta abierta en el cielo

Lectio divina de Apocalipsis 4,1-11
Alabanza y adoración al Dios Creador

(1) Después tuve una visión. He aquí que una puerta estaba abierta en el cielo, y aquella voz que había oído antes, como voz de trompeta que hablara conmigo, me decía: “Sube acá, que te voy a enseñar lo que ha de suceder después”.
(2) Al instante caí en éxtasis. Vi que un trono estaba erigido en el cielo, y Uno sentado en el trono. (3) El que estaba sentado era de aspecto semejante al jaspe y al sardonio; y un arcoiris alrededor del trono, de aspecto semejante a la esmeralda.
(4) Vi veinticuatro tronos alrededor del trono, y sentados en los tronos, a veinticuatro Ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro sobre sus cabezas.
(5) Del trono salen relámpagos y fragor y truenos; delante del trono arden siete antorchas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios.
(6) Delante del trono como un mar transparente semejante al cristal. En medio del trono, y en torno al trono, cuatro Vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.
(7) El primer Viviente, como un león; el segundo Viviente, como un novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo.
(8) Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche:
“Santo, Santo, Santo,
Señor, Dios Todopoderoso,
Aquel que era, que es y que va a venir.”
(9) Y cada vez que los Vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por los siglos de los siglos, (10) los veinticuatro Ancianos se postran ante el que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas delante del trono diciendo:
(11) Eres digno, Señor y Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
por tu voluntad, no existía y fue creado.”


CUANDO LEAS


- En primer lugar, situamos el texto en la estructura general del libro, que comienza con un prólogo (1,1-3), al que siguen las dos grandes partes de que consta la obra: I. Las siete cartas a las Iglesias (1,4-3,22) y II. La interpretación profética de la historia (4,1-22,5), para terminar con un epílogo (22,6-21).
Si en la primera sección las siete cartas estaban precedidas por la visión del Hijo del hombre, que es el que está en el origen de las mismas, en la segunda sección que iniciamos, la presentación de los acontecimientos históricos va a ir precedida por la visión de aquellos que todo lo tienen en su mano y lo determinan todo: Dios Creador y el Cordero. Lo que vamos a ver en los próximos capítulos es que todo viene de Dios y del Cordero, todo está dispuesto por ellos y tiene sentido dentro de su proyecto.
- Así pues, los capítulos 4 y 5 del Apocalipsis, que presentan la visión de Dios y del Cordero, están estrechamente entrelazados, forman una rigurosa unidad teológica y, literariamente, constituyen un preludio sobrecogedor y majestuoso a la visión de la historia desde los ojos de Dios.
- El capítulo 4 nos presenta, por tanto, la visión de Dios, en la que descubrimos muchos elementos extraídos de las teofanías del A.T.: de la visión de Isaías en el episodio de su vocación (Is 6), de Ezequiel (cap. 1) y de la aparición de Dios en el Sinaí (Éx 19).

1. La ascensión del vidente (4,1-2a): Juan tiene una visión (una puerta abierta en el cielo), y oye una voz que lo invita a “subir”. La puerta abierta en el cielo es una expresión típicamente apocalíptica para indicar que Juan accede a la visión del mundo de Dios (así también en el Testamento de los Doce Patriarcas, se abre la puerta del cielo y se ofrece a Leví la visión del “Santo Altísimo sentado sobre el trono”). Dios es sublime y está oculto. No tenemos acceso a Él a menos que Él nos abra su puerta y nos eleve. Al instante, Juan cae en éxtasis.

2. El Creador y lo que le rodea (4,2b-8): Lo que Juan ve es un trono y “Uno sentado en el trono”. Es uno que no tiene nombre y cuyo nombre es impronunciable porque es Dios mismo, Adonai, el Pantocrátor, que se revela en la postura de Juez y Señor del Universo. Se describe su apariencia: semejante al jaspe y al sardonio, piedras preciosas, la una clara y transparente y la otra, roja (claridad de la luz y rojo del fuego, como en el A.T.). El arcoiris con el color verde esmeralda es signo del pacto entre Dios y todos los seres vivientes (Gn 9,12-17). Así se describen la majestad de Dios, su poder y autoridad, y su bondad que da vida.
En torno a Dios se sientan, en veinticuatro tronos, veinticuatro ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro. Los ancianos representan la totalidad del pueblo de Dios, tanto de la Antigua como de la Nueva Alianza (doce tribus y doce apóstoles). Sus tronos, vestiduras y coronas sugieren que participan de la vida de Dios.
Del trono salen relámpagos, torrentes de agua y truenos, como en el Sinaí (Éx 19,16). Delante del trono, las siete lámparas simbolizan la plenitud del Espíritu de Dios. Y se extiende también un mar trasparente como el cristal. En el Apocalipsis, el mar es símbolo de la potencia hostil a Dios. Quiere, pues, afirmarse, que Dios es el dominador de todas las fuerzas negativas que amenazan al hombre (cf. Sal 66,6; 74,13; Mc 5,39.41).
Los cuatro vivientes se parecen a los portadores del trono de Dios de Ezequiel (1,4-25) y a los serafines de Isaías (6,2-3). Representan a todas las criaturas vivientes y aluden a toda la creación representada en los cuatro puntos cardinales simbolizados por ellos (según la cosmología hebrea).

3. La adoración del Creador (4,8-11): Sus muchos ojos indican la ciencia y el conocimiento, la vigilancia perfecta, siempre despiertos y dispuestos a adorar a Dios. O bien, como otros autores indican, la acción múltiple del Espíritu (cf. 5,6).
Los cuatro vivientes incesantemente, de día y de noche, reconocen la gloria de Dios y le rinden honor y gratitud con el canto del trisagio de Is 6,3. Se reconoce la santidad de Dios, su justicia y amor, su gloria y majestad, su condición de Señor. Con la expresión “el que era, es y va a venir” (cf. 1,4.8) se afirma que Dios es Señor de toda la historia y contemporáneo de todas las épocas, y se evoca la revelación del Nombre de Éx 3,14.
El homenaje de los veinticuatro ancianos muestra que Dios es único: el único sentado en el trono, mientras que los ancianos sentados en veinticuatro tronos en círculo en torno a Dios se postran, lo adoran, arrojan sus coronas ante Él y pronuncian una doxología que lo proclama como el único digno de reconocimiento y alabanza (en polémica contra el emperador y los ídolos).

“Israel y la Iglesia reconocen que todo procede de Dios y le restituyen la gloria y el señorío que de él han recibido y del que ellos no son propietarios. Toda acción de gracias, toda ofrenda, es esencialmente un acto de restitución a Dios del don recibido, así como de reconocimiento de que todo procede de Él” (Enzo Bianchi).


CUANDO MEDITES


- La oración es la “puerta abierta al cielo” que te permite ver y escuchar la voz que te invita a “subir” y contemplar la vida y los acontecimientos con los ojos de Dios. ¿Cómo influye tu fe en el modo de valorar la realidad (personal, socioeclesial…) y de situarte en ella? ¿Tu fe te da ojos, te ilumina, te alienta, te ayuda a relativizar situaciones frente al único Absoluto?
- ¿Cómo enriquece tu imagen de Dios y tu experiencia de Él el texto del Apocalipsis que estamos orando? ¿Experimentas a Dios como el que ha estado siempre presente en tu pasado, es tu Compañero en el presente y te espera en el futuro que Él mismo te prepara?
- Dios es reconocido, alabado y adorado por los vivientes y ancianos y constituye el centro de sus vidas. ¿Es también el centro de la tuya? ¿Lo bendices, lo alabas, le das gracias… continuamente?
- Los ancianos arrojan sus coronas ante el único “Señor y Dios nuestro”. Reconoce que todo cuanto posees es don suyo y ponlo ante Él, amorosamente, en la ofrenda cotidiana y alegre de tu vida.
- ¿Qué emociones suscita en ti este pasaje tan lleno de imágenes evocadoras?

CUANDO ORES

- Contempla y adora a Dios como único Señor de tu vida, como el Viviente, el Eterno, el Creador de todo cuanto existe, el lleno de Luz y de Vida, el Santo, “El que era, es y vendrá”…
- Cae en la cuenta de que todo cuanto posees te ha sido dado por Dios y dale gracias de corazón…
- Puedes terminar orando:
Toma, Señor, y recibe
toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer.
Tú me lo diste, a ti, Señor, lo torno.
Todo es tuyo.
Dispón de todo según tu voluntad.
Dame tu amor y tu gracia,
que ésta me basta.

(Conchi López, pddm, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)

sábado, 13 de noviembre de 2010

"Me has agarrado y me has podido" (Jr 20,7b)

"... lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,
lo que contemplamos y palparon nuestras manos
acerca de la Palabra de vida... os lo anunciamos" (1 Jn 1,1-2)

viernes, 12 de noviembre de 2010

"No eres ni frío ni caliente

Lectio divina de Apocalipsis 3,14-22
Carta a la Iglesia de Laodicea


Al Ángel de la Iglesia de Laodicea escribe:
Así habla el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la Creación de Dios.
Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!
Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.
Tú dices: “soy rico; me he enriquecido; nada me falta”.
Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo.
Te aconsejo que compres en lo mío oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas,
vestidos blancos para que te vistas con ellos,
y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez,
y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista.
Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete.
Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
Al que está venciendo le concederé sentarse conmigo en mi trono,
como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono.
El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.


CUANDO LEAS

Destinatario: Al Ángel de la Iglesia.
Ángel se refiere a un ser trascendente, aunque siempre vinculado con la realidad humana. El ángel se convierte en un símbolo que expresa la relación de una realidad humana con Dios.
La trascendencia se expresa de dos maneras:
a) En Ap 1,20 nos dice: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias. Las estrellas (símbolo cósmico) expresan aquí la trascendencia. El ángel de la Iglesia, en cuanto que es equivalente a la estrella, se sitúa en el cielo, zona de la trascendencia.
b) En Ap 2,1 Jesucristo se presenta como: El que tiene las siete estrellas en su mano derecha. La trascendencia de las estrellas en manos de Cristo resucitado está referida a los ángeles de las Iglesias. Cristo comunica la trascendencia que tiene en la mano a las iglesias y la mantiene con firmeza. Los ángeles subordinados a la acción de Cristo ayudan a la Iglesia a alcanzar y realizar su dimensión trascendente.
Laodicea:
Ciudad fundada por Antioco II (261-252 a.C) y dedicada a su mujer Laodice. Contaba con un eficiente centro bancario. Era una ciudad rica y famosa por sus bancos. El cristianismo llegó gracias a la misión paulina en los años 50 d.C.
Autopresentación de Cristo:
Cristo se presenta con tres títulos:
a) El Amén: Cristo al presentarse como el amén concentra en sí, la fidelidad de Dios a sus promesas. La coherencia de Dios consigo mismo.
b) El Testigo fiel y veraz: Cristo es la realización concreta al alcance de los hombres, en el ámbito de su historia, de las promesas de Dios.
c) El principio de la creación de Dios. En Cristo resucitado se inició la nueva creación pero esta acción misteriosa creadora de Dios se está desarrollando hasta que llegue a su plenitud.
Juicio de Cristo sobre la iglesia: conozco tus obras…
El género literario es un río amoroso pues Dios llama a juicio a su Iglesia movido por el amor y para que se corrija. La Iglesia de Laodicea se encuentra en una situación de estancamiento en el amor, ni fría ni caliente, y eso tiene un efecto vomitivo. El lenguaje guiado por la lógica del amor le hace exclamar: ¡Oh, si fueras caliente o frío!
Exhortación particular: Te doy un consejo… ama fuertemente.
Dios ve a la Iglesia
Pobre: No tiene recursos de carácter espiritual o moral.
Ciega: Típico de Juan. A la Iglesia le falta la capacidad de una valoración sapiencial de las cosas, de lectura de la historia, de “discernimiento”.
Desnuda: Las buenas obras no la visten de cara a los demás.
Dios aconseja
Compra en lo de Cristo: La compra no disminuye la gratuidad de Cristo pero aumenta el interés de la Iglesia. Lo que pertenece a Cristo es su amor, su palabra, su vida. La riqueza que la Iglesia encuentra en Cristo es oro.
Colirio: Si en el Ap los ojos son símbolo del Espíritu, el colirio se puede interpretar como el ungüento que permite que penetre el Espíritu. La Iglesia, por medio del Espíritu, tendrá un mayor conocimiento de Cristo.
Vestidos blancos: La Iglesia es invitada a adquirir de Cristo una calificación positiva que la perfección en sí misma y ante los demás. El blanco refleja la participación en la resurrección de Cristo.
Cristo pedagogo:
La Iglesia de Laodicea, objeto de la acción pedagógica de Cristo, ha sido puesta en crisis por el juicio y por la exhortación particular y es “educada” también mediante pruebas, dificultades, etc. La acción pedagógica de Cristo, aun en su crudeza, está siempre inspirada en el amor y así ha de ser aceptado por la Iglesia.
Cristo llama, si alguien le oye…
Expresa felicidad, la intimidad de un amor entre Cristo y el cristiano que trata de ser un amor entre iguales, recíproco. Cristo asimila al cristiano a sí mismo, llevándolo a su nivel.
La promesa al vencedor.
Cristo es el vencedor y el que está ayudando al cristiano a vencer en virtud de una energía que deriva de Cristo resucitado.
La escucha del Espíritu.
El mensaje del Espíritu no es evidente a primera vista, está como expresado en código. Lo podrá comprender sólo quien tenga la capacidad de interpretar, de decodificar, quien “tenga oído”.


CUANDO MEDITES
- Escribe una carta como respuesta a los mensajes que han sido enviados a las siete Iglesias. Exprésate libremente.
- Descubre cómo Dios ha ido corrigiéndote a lo largo de tu vida y qué has aprendido de esas correcciones.
- Interiorizar las imágenes que aparecen en el texto y que conectan más con este momento de tu vida.
- Presenta a Cristo tus pobrezas, tus cegueras, tu desnudez y pídele que te regale su oro, que te cure con su colirio y que te vista con vestidos blancos.


CUANDO ORES
- Escucha el mensaje que tiene el Espíritu para ti ¿coincide con el de la Iglesia de Laodicea?
- Deja que resuenen en ti las frases del texto que más te han impactado y da gracias, pide perdón o alaba.

(Azucena Fernández, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)

jueves, 11 de noviembre de 2010

Una Palabra para tiempos difíciles

Lectio Divina del Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Lucas 21,5-18


Oración para disponer el corazón


Soy templo de Dios.
Dios me habita.
El amor de Cristo me habita.
La presencia de Cristo me habita.
El Espíritu Santo se pasea con su antorcha de fuego
por las estancias de mi casa,
e insufla su aliento, cada poco,
en mi frágil respiro.
La Palabra de Cristo resuena en este templo
con un eco interminable.

Su Palabra es la melodía ambiental de mi casa.
La escucho.
La respiro.
Me alimenta.
Me llena.
Me construye.
Me modela.
Me convierte.
Soy templo de Dios
y Él sabe que puede tomar todas mis estancias.


Leemos Lucas 21,5-18


Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo:
- Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.»
Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?»
El dijo: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". No les sigáis.
Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.»
Entonces les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo.
Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio.
Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios.
Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza".


CUANDO LEAS


Lucas está hablando, en este evangelio, de sucesos que ya han ocurrido y que están ocurriendo: la destrucción de Jerusalén y de su espléndido templo, del que no quedó piedra sobre piedra, salvo el muro que, todavía hoy, se alza como lugar sagrado en el que judíos y cristianos elevan su oración a Dios, y la persecución de los cristianos.
Ante quienes contemplan el templo con admiración y asombro por su belleza, su riqueza y su grandiosidad, Jesús asume una mirada diferente: incluso este maravilloso edificio será destruido. Las cosas no son eternas. Son cosas, y pasan. Pero el verdadero templo de Dios, que es el ser humano, no perecerá jamás: "Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá" (v. 18), porque "hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No tengáis miedo..." (Lc 12,7a). ¡Preciosa expresión del cuidado profundo de Dios por nosotros!
El pasaje sobre la catástrofe de Jerusalén habla también de la persecución que sufrieron los cristianos "por su Nombre" y que Lucas conocía bien, tal y como lo cuenta en los Hechos de los Apóstoles. No sólo una persecución por parte de autoridades religiosas y civiles, sino dentro de las mismas familias: "Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a muchos de vosotros" (v. 16). ¿Una exageración de Jesús? La experiencia histórica, incluso reciente, nos dice que es realista ese panorama que describe Jesús: odio fratricida a causa de la ideología religiosa, contaminada por ideologías de tipo político, ambiciones etc...
Para estas situaciones de persecución, Jesús enseña la confianza absoluta en su ayuda constante ("Os daré una elocuencia y sabiduría a la que no podrá resistir ningún adversario vuestro", v. 15), y una paciencia imperturbable.
Las palabras de Jesús se abren a una perspectiva escatológica del juicio final que habrá de realizar el Hijo del Hombre en su venida. Pero todavía hoy, en este evangelio, no tenemos escatología. Tenemos una historia presente en la que hemos de vivir sabiendo que somos verdadera morada de Dios, abandonados a su amor y a su cuidado (sin preocuparnos por nada, sin angustiarnos por nada, sino con templanza y serenidad en el Señor), y perseverando en la caridad, en la esperanza y en la fe.

CUANDO MEDITES

- En momentos de dificultad, cuando lo pasas mal, cuando no ves salida a tus problemas o a situaciones concretas, ¿te ayuda la confianza en que "hasta los cabellos de tu cabeza están contados"? ¿Tienes esta confianza?
- Saborea la buena noticia de que tú eres templo de Dios.
- ¿Has tenido alguna vez la experiencia de que Dios te llena de sabiduría y elocuencia para dar testimonio de Él incluso en el miedo, la angustia, la inseguridad...?

CUANDO ORES

La Palabra de hoy me lleva a contemplar los últimos días de tu vida entre nosotros. Porque, antes de que tus discípulos de ayer y de hoy fueran perseguidos, antes, el primero que recorrió esa pasión fuiste tú:
Desde el principio de tu vida pública, cuando curabas en sábado y quebrantabas rígidas leyes que oprimían  más que liberaban, fariseos y herodianos se confabularon para quitarte la vida, y en más de una ocasión quisieron lapidarte.
Finalmente, uno de tus amigos te traicionó y te entregó con un beso. Compadeciste. entonces, ante Pilato, y Herodes se burló de ti y te despreció en su palacio. Ante los sumos sacerdotes tu silencio fue más elocuente que muchas palabras, y tus palabras de fuego rasgaron la túnica del sumo sacerdote.
Sufriste, en la cruz, la duda angustiosa del aparente olvido de tu Padre. pero moriste abandonado a la confianza de que tu Abbá estaba siempre contigo y, tu vida, enteramente en sus manos.
Me conmueve, me conmociona, me asombra y me enamora tu manera de vivir y tu manera de morir, mi Señor Jesús.
Contigo oro al Padre con las palabras de Carlos de Foucauld:

Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo, con tal que tu voluntad
se cumpla en mí y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Yo te ofrezco mi vida,
y te la doy con todo el amor de que soy capaz.
Porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque tú eres mi Padre.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

La "magia" de la TV

Hace tres semanas me llamaron de TV Popular para proponerme grabar una entrevista de veinticinco minutos con el objetivo de presentar mi congregación y dar testimonio de mi vocación. No tengo que pensar ni un minuto en decir que sí a estas propuestas. Primero digo que sí, y luego empiezo a sentir el correspondiente cosquilleo en el estómago de quien no está acostumbrado a estar todos los días en la tele... Pero siempre decido dejar ese "cosquilleo" para el día que toca.

Conchi Moreno, periodista, me envió un pequeño guión con las preguntas-guía de la entrevista. Y allí estaba yo, el jueves pasado, en una sala verde, aguardando unos minutos a que llegara mi interlocutora. El verde era vivo, alegre, chillón. El escenario constaba de dos sillas distantes, perdidas en la sala verde, con tres cámaras solitarias para los diversos enfoques.
La entrevista trascurrió rápida y ágilmente. Al principio, como es normal, estaba un poco nerviosa, pero en dos minutos ya estaba en mi salsa y sin dejar hablar apenas a mi tocalla Conchi, a la que después conocí un poco más en una breve conversación fuera de cámara.
Muy amablemente me prepararon el DVD con el programa y, ya en casa, pude ver la transformación que sufrió aquel plató enteramente verde, en virtud de un juego de transparencias: el suelo verde se había convertido en un suelo de madera y las paredes parecian estar revestidas de paneles azules y grises, con grandes letras en relieve: Diálogos en la fe. El programa se emitirá mañana, a las diez de la noche.
Es la segunda vez que voy a ese plató. La otra vez fue en enero del año pasado, junto a Lidia, para hablar de la vocación religiosa con motivo del día de la vida consagrada, que es día de la Presentación del Señor, el 2 de febrero.

En esta ocasión, registré el evento con una rudimentaria cámara fotográfica que dejara constancia de ello, tal como fue, sin la transformación posterior.
Quizá una vez emitido, pueda colgar el programa por aquí, como ejemplo de cómo no se debe mirar ni gesticular en la televisión.

martes, 9 de noviembre de 2010

Creo en la resurrección

"No es Dios de muertos sino de vivos..."

Así concluía el evangelio de Lucas del domingo pasado.

Todos los domingos confieso públicamente, entre otras cosas, la fe en la resurrección.
Creo que el ser humano es algo más que un perfecto amasijo de carne y hueso. Creo que el espíritu es algo más que la mente y el cerebro. Creo que somos algo más que materia corruptible con una fecha de caducidad impresa en ella: "Caduca a los tres años..., a los veinticinco..., a los noventa...". Creo que Dios no deja que sus hijos desaparezcan definitivamente como si nunca hubieran existido. Y creo que, aunque cada instante nuestra vida está amenazada de muerte natural, también está agraciada por una vida superabundante que es la vida de Dios en nosotros.

Cada día que pasa estamos más cerca de la muerte y cada día que pasa estamos más cerca de que Dios viva en nosotros absolutamente si vamos muriendo a lo que no es Él.

Creo en el Dios "amigo de la vida", que quiere que vivamos una vida abundante como la de Jesús: plena de sentido, de amor y compasión, de un proyecto por el que vivir y morir, de gracia y alegría, de amor, amor, amor... Una vida llena.

No entraré en la vida eterna cuando me muera. La vida eterna ha comenzado aquí y ahora. Y cada vez que venzo las batallas que libro con la muerte, cada vez estoy mucho más viva, aunque esté cada vez más vieja, cansada y deteriorada.

Foto: Conchi L. Fuente el Fresno (Ciudad Real)

Tengo bastantes más años que hace veinte años... Pero estoy más viva, porque el Dios vivo me habita, me cura, me enseña, me libera y va resucitándome de las muertes que esta vida tan frágil nos trae todos los días.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

He abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar

Lectio divina de Apocalipsis 3,1-13
Cartas a las Iglesias de Sardes y Filadelfia


Al Ángel de la Iglesia de Sardes escribe: Esto dice el que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas. Conozco tu conducta; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tus obras llenas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi Palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Tienes no obstante en Sardes unos pocos que no han manchado sus vestidos. Ellos andarán conmigo vestidos de blanco; porque lo merecen. El vencedor será así revestido de blancas vestiduras y no borraré su nombre del libro de la vida, sino que me declararé por él delante de mi Padre y de sus Ángeles. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.



Al Ángel de la Iglesia de Filadelfia escribe: Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar; si él cierra, nadie puede abrir. Conozco tu conducta: mira que he abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco poder, has guardado mi Palabra y no has renegado de mi nombre. Mira que te voy a entregar algunos de la Sinagoga de Satanás, de los que se proclaman judíos y no lo son, sino que mienten; yo haré que vayan a postrarse delante de tus pies, para que sepan que yo te he amado. Ya que has guardado mi recomendación de ser paciente, también yo te guardaré de la hora de la prueba que va a venir sobre el mundo entero para probar a los habitantes de la tierra. Vengo pronto; mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate tu corona. Al vencedor le pondré de columna en el Santuario de mi Dios, y no saldrá fuera ya más; y grabaré en él el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que baja del cielo enviada por mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.


CUANDO LEAS


Continuamos con la lectura de las cartas a las siete Iglesias. En estas dos (a la Iglesia de Sardes y de Filadelfia), como en las anteriores y en la siguiente, se mantiene la estructura que ya hemos explicado: la interpelación a la Iglesia, la situación concreta de la Iglesia, la cual conoce el Señor, invitación a la escucha, animo y consuelo, y promesa de premio al «vencedor».
Sardes, ciudad situada al oriente de Esmirna. En la época que nos ocupa era importante por su comercio de lana, a pesar de todo no dejaba de ser una pequeña localidad, prácticamente sin importancia.
El que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas. Los siete espíritus de Dios se refiere a la plenitud del Espíritu Santo y las siete estrellas a los siete ángeles. Esta expresión en sí, nos quiere poner de relieve la posición de poder y dominio de Jesús.
A pesar de ser una floreciente comunidad y como el resto de las Iglesias protagonistas del Apocalipsis modelo para las demás, desde el punto de vista espiritual está muerta. Posiblemente, hacía muchas obras externas, pero no cuidaba su vida interior. Aunque, existe en ella un resto que es fiel al Señor y no tiene sus vestidos manchados con el culto idolátrico. Por eso, esta Iglesia debe despertar del sueño (muerte espiritual) y preocuparse por aquellos que están en trance de muerte desde el punto de vista espiritual.
Para reavivar la vida espiritual es indispensable que recuerden el entusiasmo con el que escucharon la predicación y abrazaron la fe.
Para los que no sean fieles se les anuncia el castigo, pero para los «vencedores» se anuncia la merecida recompensa: vivir eternamente en la presencia de Dios. Todo esto recogido en tres promesas: el vencedor llevará vestiduras blancas, su nombre será escrito en el libro de la vida y será reconocido por Cristo en el día del juicio final.


Por otro lado, Filadelfia, es una ciudad situada al sudeste de Sardes, fue fundada por Antíoco II Filadelfo, rey de Pérgamo, del cual recibe su nombre. Fue destruida por del 17-20 d. C., y reconstruida por Tiberio. Parece ser que contaba con una floreciente colonia judía.
Depositario de la llave de David. Expresión tomada de Is 22,22, en la que Dios anuncia a Eliacím su elección como mayordomo de la corte del rey Ezequías, diciéndole: «Pongo sobre sus hombros la llave de la casa de David, para que cuando él abra ninguno cierre, y cuando él cierre ninguno abra». Dicha expresión hay que entenderla en sentido mesiánico. Jesús es quien tiene el poder para permitir entrar en el Reino o no.
La comunidad, en todo momento, ha sido fiel a la Palabra de Dios. El premio, por ello, será su entrada en el Reino y el éxito en sus empresas apostólicas.
El sufrimiento que han tenido que padecer será recompensado con el reconocimiento por parte de sus adversarios de su dignidad de hijos de Dios, que estarán junto al Cordero en el Reino. Además Dios les preservará de todo peligro.
La comunidad por su parte ha de seguir manteniéndose fiel a la Palabra para que se cumpla la promesa de Cristo, entrar a formar parte definitivamente del Reino, en el cual tendrán una posición destacadas (columnas del Reino), y a los que Dios dará un nombre nuevo, como posesión suya y partícipes de la gloria celeste.


CUANDO MEDITES


- Hago un ligero y rapidísimo repaso de mi vida. ¿La vivo teniendo presente a Dios, o por el contrario es ajeno a ella?
- Tomo el pulso a mi vida espiritual (vida vivida según el Espíritu de Jesucristo). ¿Qué descubro? ¿estoy vivo, dormido, muerto? ¿he de reavivarla?
- ¿Intento en todo momento pensar como pensaría Jesús, actuar como actuaría Él y amar como Él amaría?
- ¿Soy fiel a la Palabra? ¿intento asimilarla y vivirla en mi quehacer diario?
- ¿Sufro por mi fidelidad a la Palabra? ¿por ser testigo de Jesús?


CUANDO ORES


- Da gracias a Dios por su Palabra. Por poderte acercar a ella cada día. Por entrar en diálogo contigo.
- Pídele perdón por las veces que no eres fiel a su Palabra, por las veces que no le tienes en cuenta en tu vida, por las veces que le has dado la espalda.
- Acoge con gozo la misericordia de Dios y déjate transformar por su Espíritu Santo. Abandónate en sus manos y pídele fuerzas para afrontar los momentos difíciles de tu vida.


(Pepe Pedregosa, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)

sábado, 30 de octubre de 2010

La transformación del pequeño Zaqueo

Lectio Divina del Domingo XXXI del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Lucas 19,1-10

1. Oración para disponer el corazón
Oramos el canto: "Vengo a Ti, mi Señor".

 2. Leemos: Lucas 19,1-10

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Había en ella un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, que buscaba ver quién era Jesús. Pero, como era bajo de estatura, no podía verlo a causa del gentío. Así que echó a correr hacia adelante y se subió a una higuera para verlo, porque iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, levantó los ojos y le dijo:
–Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Él bajó a toda prisa y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban y decían:
–Se ha alojado en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie ante el Señor y le dijo:
–Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si engañé a alguno, le devolveré cuatro veces más.
Jesús le dijo:
–Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.


3. Cuando leas:

Entramos en el capítulo 19 del evangelio de Lucas y vamos a encontrar un episodio de la vida de Jesús conmovedor, tierno y... subversivo.

Camino de Jerusalén, Jesús entra en Jericó. Recordamos que Jericó es también el escenario del cambio de vida de un mendigo ciego (Bartimeo, según Marcos), que es curado y se convierte en modelo de discípulo itinerante de Jesús (Lc 18,35-43).
En esta ocasión, la salvación va a entrar en la casa de otro marginado social: Zaqueo, "jefe de publicanos y rico". Ya dijimos, en la lectura de Lc 18, 9-14, por qué los publicanos eran mal vistos por la gente en tiempos de Jesús.

El relato de Lucas es conmovedor en los detalles y en los contrastes de los personajes y sus reacciones.
De Zaqueo, publicano y presuntamente pecador (él mismo reconoce haber robado, quizá, en alguna ocasión...), no se esperaba la acción descrita de ávida búsqueda de Jesús. Imaginemos la escena: la muchedumbre, como siempre, rodea al Maestro, y Zaqueo, que es bajo de estatura, desea verlo y no puede; de manera que hace algo casi ridículo y poco honorable para conseguir su propósito: trepa por un árbol y se encarama en una de sus ramas para poder ver a Jesús.
La inesperada acción de Zaqueo se ve correspondida por la sorprendente reacción de Jesús, que se detiene ante él, lo mira y se autoinvita a su casa.
Lucas evidencia la alegría de Zaqueo y la murmuración de los presentes: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador". ¿Quiénes murmuran? Lucas no lo dice, pero en otros pasajes, quienes murmuran son siempre los "perfectos", los fariseos (cf. Lc 5,30; 7,39), los que se consideran justos y más dignos que los demás.
La simple presencia de Jesús en casa de Zaqueo obró en éste un cambio de vida radical: "La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres..."

La conclusión del relato incluye varios aspectos:
- "Hoy ha entrado la salvación a esta casa". Jesús es nuestra salvación, y ésta se verifica siempre en un cambio de vida. Jesús es contemporáneo nuestro. Siempre actúa Vivo en el hoy.
- "Éste también es hijo de Abrahán". "Tenemos por padre a Abrahán" (Lc 3,7) era la pretensión y presunción de los judíos varones que se tenían por justos. Se excluía de esta filiación a las mujeres, a los enfermos, a los pecadores, a los paganos... Jesús los incluye a todos. Recordemos que en Lc 13,16 llama "hija de Abrahán" a la mujer encorvada a la que acaba de sanar. En esta ocasión, incluye al pecador Zaqueo.
- "El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido". El episodio de Zaqueo se sitúa en paralelo con las parábolas de la misericordia: la oveja perdida, la dracma perdida y el padre misericordioso (Lc 15), así como con el episodio de la vocación de Leví y la comida de Jesús con los pecadores (Mc 5,27-32).

El pequeño Zaqueo se ha convertido, por el contacto con Jesús, en un hombre nuevo, en una nueva creación, "levantado" y "resucitado" a una vida diferente. Y ese milagro lo ha obrado el que nos busca y nos salva. Ése es su Nombre, hoy, para nosotros: El Salvador que nos busca.


4. Cuando medites


1) ¿Cómo resuenan en ti las siguientes palabras de Madeleine Delbrêl y de Joan Chittister?
"Las palabras del Evangelio son milagrosas. No nos transforman porque no les pedimos que lo hagan" (M. Delbrêl)
"Instintiva y tímidamente, evitamos todo encuentro verdadero con Dios porque sabemos que cambiará nuestra vida" (J.Chittister)
2) ¿Deseo yo, con la misma fuerza de Zaqueo, encontrarme con El que me busca?
3) ¿Me alegra la salvación de otros, su conversión, su crecimiento... o soy de los que murmuran y sienten celos de las preferencias libres de Dios por los pobres, marginados, pecadores... a los que Dios colma de bienes?

5. Cuando ores

1) Agradécele al Señor, "Amigo de la Vida",  su amor, su perdón y su compasión hacia todos los seres (cf. Sab 11, 22-12,2). Agradécele que Él te busque siempre.
2) Pídele al Señor luz para conocerle y reconocer qué rincones de tu existencia necesitan una conversión-transformación.
3) Acoge al Señor, que HOY se hospeda en tu casa, con alegría y dejando que Él obre en ti su salvación.
4) Pídele al Señor que te ayude a ser agente de salvación para pobres, marginados, despreciados, necesitados...
5) Puedes terminar orando, despacio, el salmo 145/144, que trascribo aquí de forma personalizada:

Te ensalzaré, Señor, que me buscas siempre.
Bendeciré tu Nombre por siempre jamás.
Días tras día, a cada instante, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Tú eres clemente y misericordioso,
no te irritas y eres rico en amor.
Tú eres bueno con todos,
eres cariñoso con todas tus criaturas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que hablen de tus maravillas.

Tú eres fiel a tus palabras,
bondadoso en todo cuanto haces.
Tú sostienes a los que van a caer
y enderezas y levantas a los que ya se doblan.


Nota: Podéis encontrar otra propuesta de lectura orante de este texto en:
http://www.discipulasdm.org/biblia/lectio_divina/Lectio_Comillas/lectio_Comillas_indice_01.htm